Acoger su libertad | Reducir barreras | Crear entorno seguro | Escuchar activamente | Llamar personalmente | Flexibilizar estructuras | Acompañar su proceso sin forzar | Que sean protagonistas | Trabajar el crecimiento personal
Transformar en experiencia | Dar responsabilidad | No instrumentalizar a la persona | Tratar como adultos
La responsabilidad del laico es fundamental en nuestro carisma, como nos recuerda Chaminade en una carta a Adela. Es hora de retomar esa responsabilidad que, en muchos casos, se ha cedido a los religiosos. Los laicos deben ser miembros activos de la misión si queremos ser fieles al carisma de nuestra Familia. Ver contenido
El acompañamiento efectivo en la fe se logra mejor con alguien cercano pero un paso adelante en experiencia. Por eso, para guiar a un joven, es ideal contar con otro joven que haya vivido intensamente la fe. Sin embargo, es crucial que los jóvenes también tengan referentes mayores que marquen la dirección y les acompañen… Ver contenido
La relación con la comunidad de fe debe adaptarse a los tiempos. Así como el fútbol tradicional ya no emociona a los jóvenes, también las prácticas religiosas pueden volverse obsoletas. Es esencial escuchar sus necesidades y estar dispuestos a cambiar incluso aspectos arraigados, como el horario de la Eucaristía, para mantener viva la comunidad. Ver contenido
A menudo caemos en discursos contradictorios al centrarnos en cubrir huecos en lugar de atender a las necesidades reales. Cargamos de responsabilidades a colaboradores que no viven la fe, generando una pérdida de hondura. Culparlos por los fallos y ignorar sus opiniones refleja que los consideramos meros instrumentos para nuestros proyectos, no verdaderos colaboradores. Ver contenido
Es esencial priorizar la formación sobre los actos de piedad, como Chaminade propuso en su tiempo. Hoy, hay una carencia formativa y de conocimiento religioso básico, así como de autoconocimiento, especialmente entre los jóvenes. Abordar esto en la etapa de iniciación fortalecería la salud mental y crearía comunidades más sólidas, proporcionando un entorno seguro para… Ver contenido
En la Familia Marianista, nuestros comentarios pueden condicionar el futuro de manera positiva o negativa, según el principio del Efecto Pigmalión. Optemos por bendecir en lugar de maldecir a personas e iniciativas, creando un entorno seguro para la expresión de opiniones diversas y moderando nuestra vehemencia para dar espacio a todas las voces. Ver contenido
La comunicación personalizada es fundamental al invitar a eventos o iniciativas, ya que las personas confían en otras personas, no en instituciones. Los anuncios masivos pueden perderse entre quienes no están en grupos oficiales, por lo que es crucial priorizar la comunicación directa para llegar a aquellos más interesados en nuestras propuestas. Ver contenido
Después de la escuela, la relación entre profesor y alumno debe evolucionar hacia una de igual a igual para facilitar el diálogo intergeneracional. Esta transición debe comenzar en los últimos años escolares, manteniendo la separación adecuada pero reconociendo al alumno como un adulto con responsabilidades. Ver contenido
Ignacio Otaño destaca la importancia de la unidad en la comunidad, como lo evidencia Chaminade al promover fracciones que agrupan a personas con afinidades similares. Esta organización permite una acción coordinada sin perder la conexión con el cuerpo común, enfatizando la necesidad de apoyo mutuo y edificación en la comunidad. Ver contenido
El acompañante en una actividad debe entender su papel como facilitador, permitiendo que los jóvenes se expresen y lleguen a sus propias conclusiones. Es crucial ceder espacio y evitar la tentación de dirigir o imponer respuestas, dejando que los participantes sean los protagonistas de su experiencia. Ver contenido
El joven, al crear su comunidad, requiere autonomía en su proceso y sentir el respeto de los mayores. El acompañamiento implica un equilibrio entre intervenir demasiado y dejarlo todo listo, requiriendo paciencia, apertura y constancia para facilitar el diálogo intergeneracional. Ver contenido
A los jóvenes les motiva organizar las actividades, las sienten más suyas y motivan a otros a participar, lo que les hace crecer. Es importante equilibrar su deseo con un plan concreto y contenidos de calidad. Delegar partes de la organización en jóvenes con más recorrido y contar con acompañantes que den testimonio de su… Ver contenido
Propiciar que los jóvenes elijan a su primer acompañante dentro de un grupo de personas disponibles les otorga protagonismo en la creación de su comunidad. Esto fomenta la confianza y evita que perciban al acompañante como una figura autoritaria, permitiendo una relación más auténtica y significativa en su proceso de formación y crecimiento espiritual. Ver contenido
Es fundamental que la participación de los jóvenes evolucione hacia una corresponsabilidad real en la toma de decisiones dentro de la comunidad. Sobreprotegerlos puede socavar su sentido de madurez y pertenencia, impidiendo su integración como miembros en igualdad de condiciones. Ver contenido
Flexibilizar las estructuras en la etapa de iniciación de la comunidad es clave. Las fraternidades deben renacer de la mano de los jóvenes, sin perder su sentido. Chaminade, como Misionero Apostólico, supo salvar la rigidez estructural para revitalizar la fe en Francia, integrándose en la Iglesia con libertad y apostolado nuevo. Ver contenido
A los monitores se les debe exigir un compromiso constante. Libertad y responsabilidad van de la mano; cuando asumen una tarea, deben responder con responsabilidad. La rotación frecuente de monitores no favorece la formación de vínculos sólidos entre los jóvenes y sus referentes. Esta situación se asemeja al contexto educativo, donde la constante rotación de… Ver contenido
La acogida en la comunidad de fe debe ser sin grandes exigencias. Según Chaminade, debe ser un medio fácil para cumplir los deberes del cristianismo, abierto a quienes no se sienten lo suficientemente fuertes para ser cristianos solos. Los jóvenes necesitan un espacio acogedor sin presión ni compromiso, donde puedan entrar y salir libremente. Ver contenido
Es crucial abordar el crecimiento personal entre los jóvenes, ofreciendo contextos y modelos positivos para explorar su personalidad, entender su pasado y reflexionar sobre su historia. Las actividades de impacto son oportunidades valiosas para facilitar estos procesos de maduración, y se pueden diseñar itinerarios que incluyan actividades especiales en momentos vitales clave para fomentar el… Ver contenido
Debemos confiar en la libertad del joven, como lo hizo Dios al crear al ser humano. Darles espacio para distanciarse, tomar decisiones y volver. Como el padre del hijo pródigo, debemos acogerlos con brazos abiertos, demostrando alegría por su retorno. Así estarán listos para formar su comunidad dentro de la Familia Marianista. Ver contenido
El acompañamiento no debe limitarse a la actividad especial; después, los jóvenes necesitan un seguimiento en su integración a la comunidad local. Es óptimo que quienes los acompañaron en la actividad sigan el proceso, ya sea personalmente o a distancia. Si no es viable, acompañantes locales podrían asumir ese rol. Ver contenido
Escuchar y comprender las necesidades de los jóvenes es fundamental para construir una comunidad auténtica. Siguiendo el ejemplo de Chaminade, debemos adaptar nuestras acciones a las necesidades del momento, buscando siempre nuevas formas de responder a sus inquietudes y deseos. Ver contenido
Es crucial no ver a los jóvenes como mano de obra barata para tareas logísticas, sino como parte integral de la comunidad de fe. Su participación debe ir más allá de montar eventos; deben tener voz en las decisiones y sentirse valorados, no utilizados. Donde están integrados, ofrecen ayuda por iniciativa propia, pero donde se… Ver contenido
Chaminade fue un agente activo en la creación de comunidades de oración durante la Revolución Francesa. Como Familia Marianista, podemos ser facilitadores para que surjan comunidades discretas que, paso a paso, se conviertan en algo más grande, siguiendo el ejemplo de Chaminade. Ver contenido
En ocasiones, nos limitamos a pedir ayuda a un círculo reducido de personas, sin considerar si están en un momento vital adecuado. Esto puede llevar a agotar su capacidad de entrega y compromiso. Culpar a la persona por no decir ‘no’ refleja una preocupación por el proyecto más que por su bienestar, socavando la cultura… Ver contenido
Al organizar actividades como ejercicios espirituales para jóvenes, es crucial considerar sus necesidades de descanso y distracción. Programar tiempos de descanso con actividades lúdicas dirigidas ayuda a mantener la dinámica y evitar conflictos por falta de claridad en los tiempos libres. Ver contenido
Ofrecemos más actividades de servicio en colegios, pero falta acompañamiento para que las experiencias se conviertan en transformadoras. Al desconectar el servicio de la fe, se convierte en mero voluntariado personal. Necesitamos recursos para acompañar a los jóvenes y convertir el servicio en una experiencia de entrega por el Reino, acercándolos al encuentro con Jesús. Ver contenido
En muchas fraternidades, la fidelidad se convierte en un compromiso mecánico más que en una respuesta a una llamada interior. Algunos miembros permanecen por lealtad a un compromiso, no por sentir la necesidad de vivir la fe en comunidad. Incluso después de dejar la fraternidad, siguen en el grupo de WhatsApp, quizás por inercia o… Ver contenido
Los jóvenes buscan llenar un vacío interior con vivencias cambiantes, pero necesitan un horizonte vital que marque su rumbo. Iniciativas como el Soul College ofrecen formación para madurar en la fe y descubrirse a sí mismos. Encontrar respuestas a sus dudas puede ser transformador y una verdadera actividad de impacto. Ver contenido
En la vida religiosa, es vital cultivar vínculos estables más allá de simples relaciones. Javier de la Torre nos recuerda que el bienestar psicológico se encuentra en vínculos sanos. Debemos superar la tentación de la eficiencia y el utilitarismo en nuestras relaciones, para forjar vínculos desinteresados que trasciendan la mera convivencia cordial. Ver contenido
Ignacio Otaño resalta el método pedagógico de Chaminade, que dividía las clases en grupos liderados por un estudiante, fomentando la colaboración y la responsabilidad. Esta forma de enseñar no solo promovía el aprendizaje, sino que también preparaba a los jóvenes para enfrentar la vida real y ejercer roles profesionales. Ver contenido
La responsabilidad del laico es indiscutible en nuestro carisma tal y como leemos en una carta de Chaminade a Adela que recoge Ignacio Otaño:
“Le diré mi secreto… Hace catorce años entraba yo de nuevo en Francia con el carácter de
Misionero apostólico para toda nuestra desgraciada patria… Pensé que no había mejor manera de ejercer esas funciones que creando una congregación tal como ahora existe. Cada congregante, cualquiera que sea su sexo, edad y estado de vida, debe ser un miembro activo de la misión…” (Pág. 30)
Corresponde ahora retomar esa responsabilidad que se ha ido cediendo, en muchos casos, a los religiosos y que no la pueden ni deben seguir asumiendo si queremos ser fieles al carisma de nuestra Familia.
La responsabilidad del laico es fundamental en nuestro carisma, como nos recuerda Chaminade en una carta a Adela. Es hora de retomar esa responsabilidad que, en muchos casos, se ha cedido a los religiosos. Los laicos deben ser miembros activos de la misión si queremos ser fieles al carisma de nuestra Familia.
El mejor acompañante en la fe de una persona es otra que le sea cercana, pero le lleve unos pasos de ventaja a la primera. Por eso, para acompañar a un joven, lo mejor sería contar con otro joven que haya vivido o esté viviendo experiencias intensas de fe y comunidad.
Pensando en los grupos de fe, no se puede dejar toda la responsabilidad a los jóvenes si no cuentan a su vez con referentes fuertes más mayores que ellos que marquen la línea y les acompañen, de lo contrario, el crecimiento de ese grupo, se dará en la dirección equivocada. Igual que al árbol recién plantado se le ponen unos postes al principio para que no se tuerza y coja fuerza, también el joven necesita puntos de apoyo adecuados que le orienten y acompañen.
El acompañamiento efectivo en la fe se logra mejor con alguien cercano pero un paso adelante en experiencia. Por eso, para guiar a un joven, es ideal contar con otro joven que haya vivido intensamente la fe. Sin embargo, es crucial que los jóvenes también tengan referentes mayores que marquen la dirección y les acompañen…
Pensando en cómo debería ser la relación o la vivencia de la comunidad de fe, debemos asumir que los formatos se agotan con el tiempo, aunque nos parezca que hay cosas que nunca cambiarán. Por ejemplo: a los jóvenes les aburre el fútbol tradicional, es monótono, hay mucho tiempo muerto y es previsible. Además, la atención está fijada en un único punto. Su ocio, sin embargo, es todo lo contrario y por eso surgen propuestas nuevas como la Kings League. Claramente hace falta emplear odres nuevos que encajen con su forma de interactuar con el mundo y, estas formas nuevas las hemos de descubrir hablando con ellos.
Algo muy evidente en cuanto a la escucha es el tema del día y hora de la Eucaristía de la comunidad. Un cambio en esto puede ser decisivo. Que la misa haya sido durante los últimos 20 años los domingos a las 12:00, no significa que encaje con la vida de la comunidad de fe actualmente, aunque a la comunidad religiosa que vive en ese lugar le venga mejor a esa hora por sus rutinas.
La relación con la comunidad de fe debe adaptarse a los tiempos. Así como el fútbol tradicional ya no emociona a los jóvenes, también las prácticas religiosas pueden volverse obsoletas. Es esencial escuchar sus necesidades y estar dispuestos a cambiar incluso aspectos arraigados, como el horario de la Eucaristía, para mantener viva la comunidad.
Muchas veces caemos en discursos contradictorios porque centramos nuestros esfuerzos en cubrir huecos en lugar de atender a las necesidades reales aunque eso suponga dejar paradas algunas cosas.
Así, tenemos colaboradores muy válidos pero que sabemos que no viven la fe o que están alejados de ella, pero les seguimos cargando de responsabilidades porque sabemos que nos dirán que sí. Esto genera un problema mayor de pérdida de hondura que llevamos tiempo pasando por alto.
Además, nos atrevemos a culpar a estas personas de no vivir su fe con lo que nos acaba sirviendo para dos fines: cubrir un puesto vacante y culparlas de que las cosas no funcionen.
Otro indicador de que la persona es un mero instrumento para mis proyectos es lo que hacemos con sus opiniones y propuestas. Si pedimos participación, debemos ser capaces de cambiar nuestros planteamientos en función de lo que nos dicen, no hacerles creer que participan de decisiones que ya están tomadas. Tarde o temprano la persona se da cuenta de cuál es su papel en la ecuación.
A menudo caemos en discursos contradictorios al centrarnos en cubrir huecos en lugar de atender a las necesidades reales. Cargamos de responsabilidades a colaboradores que no viven la fe, generando una pérdida de hondura. Culparlos por los fallos y ignorar sus opiniones refleja que los consideramos meros instrumentos para nuestros proyectos, no verdaderos colaboradores.
En tiempo de los primeros congregantes, las agrupaciones cristianas se juntaban para llevar a cabo actos de piedad, sin embargo, Chaminade ve importante priorizar la formación. En la actualidad, aunque el déficit de oración es muy grande y no hay que descuidarlo, vemos también una carencia formativa básica en tema religioso y en el conocimiento de uno mismo que se podría abordar en la etapa de iniciación.
“Respecto a las antiguas congregaciones, aunque se dé importancia a los actos de piedad, un rasgo diferenciador es la sustitución de algunas de esas prácticas por la Instrucción”. (p50)
Siguiendo con el tema del crecimiento personal, vemos que la salud mental está muy deteriorada, especialmente entre los jóvenes. Este problema se refuerza con el individualismo, mientras que el apoyo de una comunidad sana en la que vivir un entorno seguro, es el contexto ideal para sanar al herido. Cuidar estos temas en la iniciación, no sólo fortalecerá los lazos de la comunidad, sino que, además, sería una aportación muy valiosa a los jóvenes que asisten cada vez más a terapia psicológica, individual o grupal.
Es esencial priorizar la formación sobre los actos de piedad, como Chaminade propuso en su tiempo. Hoy, hay una carencia formativa y de conocimiento religioso básico, así como de autoconocimiento, especialmente entre los jóvenes. Abordar esto en la etapa de iniciación fortalecería la salud mental y crearía comunidades más sólidas, proporcionando un entorno seguro para…
A veces, sin darnos cuenta, dentro de la Familia Marianista, lanzamos comentarios que condicionan el futuro construyéndolo de una manera determinada, minando el ánimo de las personas y alterando su idea de las cosas hasta hacer realidad lo que no lo era tal y como recoge el Efecto Pigmalión.
Por ese mismo principio, podemos hacer un condicionamiento positivo bendiciendo en vez de maldecir a las personas e iniciativas, pasando de un entorno hostil, a un entorno seguro en el que poder expresar diferentes opiniones, no porque todo el mundo piense igual, sino porque todo el mundo modera su vehemencia, para dejar espacio a otras voces que no gozan a priori de tanta seguridad y respaldo.
En la Familia Marianista, nuestros comentarios pueden condicionar el futuro de manera positiva o negativa, según el principio del Efecto Pigmalión. Optemos por bendecir en lugar de maldecir a personas e iniciativas, creando un entorno seguro para la expresión de opiniones diversas y moderando nuestra vehemencia para dar espacio a todas las voces.
A la hora de invitar a algo es imprescindible la llamada personal, el encuentro informal de tú a tú para contagiar la pasión por una iniciativa. La persona confía en otra persona, no en una institución o colectivo. Los anuncios colectivos, si es que sirven para alguien, será, como mucho, como recuerdo para aquellos que ya conocen el grupo y lo consideran de su confianza.
Al hacer anuncios masivos por los canales de comunicación oficiales, que ya hemos quedado que no son lo más recomendable, no llegamos a aquellas personas que no están en ningún grupo o comunidad oficial y que, muchas veces, serán los más interesados en nuestras propuestas. En este sentido, debemos cuidar especialmente la comunicación con las personas con las que no tenemos un canal de comunicación oficial, y en todo caso, deberíamos priorizar siempre la llamada personal.
La comunicación personalizada es fundamental al invitar a eventos o iniciativas, ya que las personas confían en otras personas, no en instituciones. Los anuncios masivos pueden perderse entre quienes no están en grupos oficiales, por lo que es crucial priorizar la comunicación directa para llegar a aquellos más interesados en nuestras propuestas.
Fijándonos en el ámbito escolar, una vez salimos del colegio, debemos evolucionar de la relación profesor-alumno, a una relación de igual a igual. Si el que ha sido profesor mío pretende verme toda la vida como su alumno y no como un adulto miembro de su misma comunidad, nunca podrá haber diálogo entre esas dos generaciones.
Esta evolución en el reconocimiento se debe ir dando en los últimos cursos, sin desdibujar, claro está, la separación que ha de haber entre profesor y alumno, pero mostrando al alumno que comienza a caminar hacia una identidad nueva, que es reconocido por los adultos como adulto y que empieza a adquirir unas responsabilidades. Esto también hay que educarlo en la escuela, no se puede suponer que ocurrirá de manera espontánea al abandonar el colegio.
Después de la escuela, la relación entre profesor y alumno debe evolucionar hacia una de igual a igual para facilitar el diálogo intergeneracional. Esta transición debe comenzar en los últimos años escolares, manteniendo la separación adecuada pero reconociendo al alumno como un adulto con responsabilidades.
Encontrarse con gente con un contexto similar de edad o situación vital es imprescindible para todos, no sólo para los jóvenes, pero eso no quiere decir que haya que separarse de un cuerpo común donde nos reconozcamos todos. Así nos lo cuenta Ignacio Otaño refiriéndose a los primeros congregantes:
“Los congregantes se sentirían más a gusto entre los de su propia categoría, Chaminade responde con el valor y la eficacia de la unidad: Todas las partes se apoyan las unas a las otras con ejemplos de edificación mutua. Intereses comunes estrechan cada vez más los vínculos de una primera unión. La congregación crece tanto porque todas las partes trabajan al mismo tiempo y, si es necesario, se ayudan mutuamente […] Existen tantas divisiones y fracciones como sean necesarias, sin separarlas del cuerpo […] además del indispensable espíritu, se necesita una organización […] Se crean las fracciones, de unas veinte personas cada una, agrupando a los de situación social afín, que tienen los mismos gustos, las mismas necesidades y el mismo campo de apostolado. Se facilitaba así la acción coordinada en el propio ambiente, permaneciendo unidos para el resto […] con la suficiente flexibilidad como para admitir excepciones sin hacerse problema. Cuando fueron siendo numerosos, los sacerdotes constituyeron también una fracción y en 1818 encontramos una fracción de seminaristas”
Ignacio Otaño destaca la importancia de la unidad en la comunidad, como lo evidencia Chaminade al promover fracciones que agrupan a personas con afinidades similares. Esta organización permite una acción coordinada sin perder la conexión con el cuerpo común, enfatizando la necesidad de apoyo mutuo y edificación en la comunidad.
La tendencia que tenemos a dirigir es muy fuerte, cuando estamos en una actividad, nos cuesta dejar que los jóvenes se expresen y saquen sus propias conclusiones, parece que necesitamos mostrarles todo lo que sabemos, dando las respuestas y conclusiones antes de que ellos las piensen. Al acompañar una actividad, hay que tener claro el papel del acompañante, dejando espacio y callando más de lo que lo haríamos en otro foro u otro tipo de actividad. No somos nosotros los protagonistas que montamos una actividad, son los jóvenes que la viven los que la protagonizan.
El acompañante en una actividad debe entender su papel como facilitador, permitiendo que los jóvenes se expresen y lleguen a sus propias conclusiones. Es crucial ceder espacio y evitar la tentación de dirigir o imponer respuestas, dejando que los participantes sean los protagonistas de su experiencia.
Cuando el joven está creando su propio grupo y futura comunidad, necesita ser dueño de su proceso y sentir que los mayores respetan ese proceso para poder hacer el diálogo intergeneracional.
Entre no hacer nada y darlo todo hecho, está el delicado equilibrio del acompañamiento, que exige paciencia, apertura y constancia.
El joven, al crear su comunidad, requiere autonomía en su proceso y sentir el respeto de los mayores. El acompañamiento implica un equilibrio entre intervenir demasiado y dejarlo todo listo, requiriendo paciencia, apertura y constancia para facilitar el diálogo intergeneracional.
A los jóvenes les motiva mucho ser ellos los que organicen las actividades, las sienten más suyas, motivan a otros a participar y facilitan mucho el desarrollo de la actividad. Sin duda esa responsabilidad les hace crecer.
Este deseo de preparación de las actividades hay que equilibrarlo con un plan concreto, unos contenidos de calidad y un itinerario, así como con la importancia de que no dejen de ser ellos, los jóvenes, los destinatarios de la actividad. Para eso, será bueno delegar aquellas partes que puedan asumir y hacer este trabajo con jóvenes con algo más de recorrido que ya hayan vivido otras actividades sin cargar con la responsabilidad.
En este sentido, lo mejor será contar con un grupo de acompañantes con algo más de recorrido que, además de dar testimonio de su fe, asuman la responsabilidad de la actividad, tanto en su preparación como en su puesta en práctica y que poco a poco, algunos jóvenes se vayan incorporando a esta bolsa de acompañantes en la medida en que vayan viviendo este tipo de actividades.
A los jóvenes les motiva organizar las actividades, las sienten más suyas y motivan a otros a participar, lo que les hace crecer. Es importante equilibrar su deseo con un plan concreto y contenidos de calidad. Delegar partes de la organización en jóvenes con más recorrido y contar con acompañantes que den testimonio de su…
En la creación de la comunidad, tenemos la dinámica de asignar asesores a las nuevas comunidades que constituimos juntando a nuestra manera a los jóvenes que han mostrado algo de interés. De esta manera, los convertimos en receptores de nuestro producto, pero ¿podríamos buscar una fórmula en la que ellos pudiesen elegir, no sólo con quién se juntan sino también a su primer acompañante de entre un grupo de personas disponibles?.
De esta manera, son ellos los protagonistas de su comunidad, que, como en el caso del acompañamiento personal, eligen a un acompañante de confianza para que entre en sus vidas y dinámicas y es más fácil que no lo vean como el monitor o catequista que les dice lo que han de hacer.
Propiciar que los jóvenes elijan a su primer acompañante dentro de un grupo de personas disponibles les otorga protagonismo en la creación de su comunidad. Esto fomenta la confianza y evita que perciban al acompañante como una figura autoritaria, permitiendo una relación más auténtica y significativa en su proceso de formación y crecimiento espiritual.
El modelo de hacer creer al joven que es él quien toma las decisiones está bien para empezar a educar en la corresponsabilidad y que coja confianza, pero pronto ha de evolucionar a una corresponsabilidad real donde el joven se sienta realmente reconocido como un igual a la hora de opinar y tomar decisiones que transformen la comunidad, si no tarde o temprano verá que le están utilizando y manipulando para construir el proyecto de otros.
Es importante no sobreproteger a los jóvenes con el pretexto de que no se asusten. Al fin y al cabo, si les sobreprotegemos es porque no confiamos en su madurez, no les estamos tratando como adultos si no como niños que dependen de nosotros y por tanto no se pueden integrar como miembros en igualdad de condiciones.
Es fundamental que la participación de los jóvenes evolucione hacia una corresponsabilidad real en la toma de decisiones dentro de la comunidad. Sobreprotegerlos puede socavar su sentido de madurez y pertenencia, impidiendo su integración como miembros en igualdad de condiciones.
Durante la etapa de iniciación de la comunidad, es muy importante flexibilizar las estructuras para que sean herramientas que acompañen, faciliten y den coherencia, en lugar de ser carriles cerrados para el Espíritu. Lo peor para que alguien se identifique con un proyecto o grupo es que le hagan “pasar por el aro” que sostiene su domador.
En este sentido, las fraternidades han de renacer, resituarse y redefinirse, de la mano de los jóvenes, a ejemplo de como surgieron. Sin perder su sentido y su hondura, pero sin convertir las estructuras en fines.
Chaminade se dió cuenta de que, para llegar eficientemente al mismo punto, había de saltarse las estructuras conocidas hasta la fecha, de ahí el título de Misionero Apostólico. Así salvó la rigidez estructural y eso le permitió revitalizar la fe en toda Francia. Nos lo cuenta así Ignacio Otaño:
“El P. Chaminade ha encontrado en su carácter de Misionero apostólico un medio de integrarse en la Iglesia, asegurando, al mismo tiempo, la libertad y la posibilidad de ejercer un apostolado nuevo, exterior al ministerio parroquial, desbordando incluso la organización diocesana”
Flexibilizar las estructuras en la etapa de iniciación de la comunidad es clave. Las fraternidades deben renacer de la mano de los jóvenes, sin perder su sentido. Chaminade, como Misionero Apostólico, supo salvar la rigidez estructural para revitalizar la fe en Francia, integrándose en la Iglesia con libertad y apostolado nuevo.
A nuestros monitores debemos exigirles un compromiso constante. Libertad y responsabilidad no pueden ir separadas y cuando el monitor adquiere el compromiso de una tarea ha de responder con responsabilidad. No puede ser que cada semana los chicos tengan unos monitores diferentes.
Esto lo vemos cada vez más en el profesorado, en este caso no por falta de compromiso, si no por exceso de frentes: reuniones, actividades especiales, formaciones… que hacen que al profesor haya que estar continuamente sustituyéndolo y los alumnos se acostumbren a no tener figuras de referencia y a no darle importancia cuando pasan a ser monitores.
A los monitores se les debe exigir un compromiso constante. Libertad y responsabilidad van de la mano; cuando asumen una tarea, deben responder con responsabilidad. La rotación frecuente de monitores no favorece la formación de vínculos sólidos entre los jóvenes y sus referentes. Esta situación se asemeja al contexto educativo, donde la constante rotación de…
Por otra parte, la acogida en la gran comunidad de fe ha de ser sin grandes exigencias. Según Chaminade “Se presentará como el medio fácil de cumplir todos los deberes del cristianismo. Estará abierta a toda petición sincera de quienes, sin la asociación, no son suficientemente fuertes para ser cristianos”. El joven, y cualquier persona, necesita un espacio acogedor en el que entrar y salir sin presión ni compromiso. Cuando se dé una vinculación mayor, podremos hablar de una mayor exigencia.
La acogida en la comunidad de fe debe ser sin grandes exigencias. Según Chaminade, debe ser un medio fácil para cumplir los deberes del cristianismo, abierto a quienes no se sienten lo suficientemente fuertes para ser cristianos solos. Los jóvenes necesitan un espacio acogedor sin presión ni compromiso, donde puedan entrar y salir libremente.
Una carencia importante que detectamos en los jóvenes es la necesidad de trabajar el crecimiento personal. Necesitan contextos y buenos referentes para trabajar su personalidad, conocerse, abordar su pasado y leer su historia personal. Las actividades de impacto son una buena oportunidad para dar estos saltos madurativos que suelen tener una buena acogida.
En este sentido, se pueden diseñar itinerarios que ofrezcan actividades especiales en los momentos vitales clave y que aborden ese crecimiento y cambio de etapa.
Es crucial abordar el crecimiento personal entre los jóvenes, ofreciendo contextos y modelos positivos para explorar su personalidad, entender su pasado y reflexionar sobre su historia. Las actividades de impacto son oportunidades valiosas para facilitar estos procesos de maduración, y se pueden diseñar itinerarios que incluyan actividades especiales en momentos vitales clave para fomentar el…
A la hora de dar libertad, debemos fijarnos en la obra de Dios y su manera de crear libre al ser humano. Si Dios se fio de nosotros, por qué nosotros no vamos a confiar en que el corazón del joven está bien hecho y antes o después se dejará atraer por Dios. Por eso es bueno que dejemos espacio a los jóvenes para distanciarse, tomar sus decisiones y volver. Eso sí, como el padre de la parábola del hijo pródigo, debemos estar a la puerta con los brazos abiertos dispuestos a acoger y no a reprochar, demostrando con hechos que nos alegra su vuelta. Entonces estarán preparados para crear su comunidad dentro de la Familia Marianista
Debemos confiar en la libertad del joven, como lo hizo Dios al crear al ser humano. Darles espacio para distanciarse, tomar decisiones y volver. Como el padre del hijo pródigo, debemos acogerlos con brazos abiertos, demostrando alegría por su retorno. Así estarán listos para formar su comunidad dentro de la Familia Marianista.
El acompañamiento ha de darse no sólo durante la actividad especial. Acabada esta, los jóvenes deberían poder contar con acompañantes que sigan su proceso de integración o progreso dentro de una comunidad local.
Lo ideal sería que alguna de las personas que acompañó la actividad pueda seguir acompañando a la vuelta, bien sea en persona o en la distancia con los distintos medios de comunicación al alcance.
De no ser posible, sería bueno contar con acompañantes locales que puedan cubrir este papel aunque no hayan participado en la actividad.
El acompañamiento no debe limitarse a la actividad especial; después, los jóvenes necesitan un seguimiento en su integración a la comunidad local. Es óptimo que quienes los acompañaron en la actividad sigan el proceso, ya sea personalmente o a distancia. Si no es viable, acompañantes locales podrían asumir ese rol.
En ingeniería, el diseño de un producto responde a una necesidad del cliente. Sin embargo, cuando diseñamos productos que nadie ha demandado, o generamos esa necesidad a posteriori pervirtiendo la finalidad del marketing, o simplemente fracasamos en nuestra propuesta. Por eso, es muy importante escuchar y entender la necesidad de los jóvenes en cuanto a la creación de su comunidad y, a partir de ahí, ayudarles a construir una nueva realidad que responda adecuadamente a esa necesidad, porque se trata de crear su comunidad, no de amoldarse a una comunidad ya creada según una plantilla ideal.
Nuestro máximo referente de escucha y adaptación es, sin duda, el propio Cahminade. Ignacio Otaño nos habla así de su forma de entender la adaptación:
«Es necesario que el médico adapte sus remedios a las necesidades y al temperamento del enfermo. La actual enfermedad de los espíritus es de tal naturaleza que sólo se puede tratar su curación siguiendo un camino nuevo […] Le gustaba comparar su camino al de un riachuelo apacible que, cuando encuentra un obstáculo, no se obstina en superarlo. Es el propio obstáculo el que, al detener el riachuelo, lo hace crecer y aumentar hasta tal punto que pronto se eleva por encima de su nivel, lo supera, lo desborda y sigue su curso”. (Pág. 34-35)
Sin embargo, muchas veces cuesta saber lo que piensan y sienten de verdad por distintas barreras, por falta de confianza en el acompañante, o entre miembros del grupo, o, a veces, porque ellos mismos tampoco lo saben. Como en el ejemplo del médico, hay que ir observando síntomas y planteando hipótesis hasta acertar.
El concepto de participación del cristiano en la Iglesia está, muchas veces, reducido a la asistencia a la misa dominical o a charlas formativas, y, hacer participar al joven de algo en lo que sólo puede estar callado mirando durante una hora es impensable.
Los jóvenes están acostumbrados a formatos muy participativos, lo que ahora arranca en la Iglesia como sinodalidad, los jóvenes lo practican como una especie de democracia en Twitch donde entre todos deciden y participan en una serie de cosas de lo que hace el streamer. Para ellos, es impensable ser espectadores pasivos, aunque, de hecho, pasen las horas, más que nunca, viendo a influencers hablar. Sin embargo, en ese ejercicio de escucha, tienen la potestad de interactuar, tomar decisiones, elegir cuando se van. Por eso, no podemos crear grupos basados en la escucha pasiva de un formador, modelo que, además, ya sufren en la universidad.
En la creación de la comunidad debemos ponernos a su servicio, arrodillarnos ante el joven. Pero no con las manos vacías, sino cargadas de propuestas que vienen de la experiencia, dispuestos a desecharlas todas si ninguna encaja con lo que están buscando. La participación que tiene un joven en redes con respecto a los influencers es muy poca, sin embargo la perciben como un gran gesto de escucha. Y cuando el joven se siente escuchado, se siente protagonista, aunque en el fondo no lo sea tanto.
Escuchar y comprender las necesidades de los jóvenes es fundamental para construir una comunidad auténtica. Siguiendo el ejemplo de Chaminade, debemos adaptar nuestras acciones a las necesidades del momento, buscando siempre nuevas formas de responder a sus inquietudes y deseos.
Tradicionalmente se ha visto a los grupos de fe y scouts de los colegios o incluso a los laicos jóvenes, como la mano de obra barata para mover sillas y montar saraos en general que a otros les da más pereza o que con su trabajo y responsabilidades, no pueden asumir.
Sin embargo, los jóvenes no están para mantener el colegio, si no para crecer en la fe y cuando pensamos en su participación, ha de ser en este sentido. Por supuesto tienen una disponibilidad diferente y pueden y deben ayudar mucho con la logística, pero eso ha de estar enmarcado en un sentido de pertenencia previo que les ha de permitir participar no sólo en la ejecución de los planes de otros, sino también en las decisiones de la comunidad para que no se sientan utilizados. En los lugares en los que los jóvenes están más integrados en la comunidad, vemos que son ellos mismos los que se ofrecen para ayudar en todo lo que haga falta, mientras que en otros lugares lo que se percibe es un recelo continuo hacia el colegio o las comunidades laicas como fuente inagotable de solicitud de voluntarios aludiendo a su condición de monitores de algún grupo.
Es crucial no ver a los jóvenes como mano de obra barata para tareas logísticas, sino como parte integral de la comunidad de fe. Su participación debe ir más allá de montar eventos; deben tener voz en las decisiones y sentirse valorados, no utilizados. Donde están integrados, ofrecen ayuda por iniciativa propia, pero donde se…
Ignacio Otaño nos cuenta como en el tiempo convulso de la revolución Francesa:
“Se abren oratorios en casas particulares, y cada oratorio es un centro de vida espiritual intensa. El P. Chaminade es un agente activo de esa pastoral clandestina.” (p16)
De alguna manera promueve y acompaña la creación de estas comunidades de oración. Como Familia Marianista, también podemos ser facilitadores para que surjan estas comunidades quizá no clandestinas, pero sí muy discretas que van dando pasos para convertirse en algo mayor.
Chaminade fue un agente activo en la creación de comunidades de oración durante la Revolución Francesa. Como Familia Marianista, podemos ser facilitadores para que surjan comunidades discretas que, paso a paso, se conviertan en algo más grande, siguiendo el ejemplo de Chaminade.
Generalmente tenemos un círculo relativamente pequeño de gente a la que pedimos ayuda porque, por distintos motivos, y en algunos casos poco sanos, hay personas más dadas a la entrega personal, y porque nos es más cómodo ir a lo seguro que arriesgarnos con alguien nuevo.
De esta forma, salvo que la otra persona se plante y nos diga que no, llega un momento en que la gente no puede más pero sigue respondiendo a nuestras llamadas por compromiso, y vamos llevando a la gente al límite, provocando que la calidad de las actividades se resienta porque las personas, no están en un momento vital adecuado para asumir la tarea, o simplemente no disponen realmente de más tiempo.
Además, solemos culpar a la persona asumiendo que es ella quien ha de decirnos que no, si no puede más, pero eso nos da dos conclusiones peligrosas: por un lado que no nos preocupa la persona, nos preocupa nuestro proyecto, y por otro que vamos dinamitando la cultura de la entrega y cada vez es más complicado encontrar a alguien que se preste a hacer algo gratis por los demás, al menos en nuestro contexto marianista.
En ocasiones, nos limitamos a pedir ayuda a un círculo reducido de personas, sin considerar si están en un momento vital adecuado. Esto puede llevar a agotar su capacidad de entrega y compromiso. Culpar a la persona por no decir ‘no’ refleja una preocupación por el proyecto más que por su bienestar, socavando la cultura…
Debemos tener en cuenta que nuestro nivel de concentración en una actividad o nuestra necesidad de descanso o distensión, no es la misma que la de los jóvenes, ni la que teníamos a su edad se parece a la que tienen ahora. Por tanto, a la hora de plantear una actividad, por ejemplo unos ejercicios espirituales, será bueno programar bien los tiempos de descanso, no como tiempos libres si no con una actividad lúdica bien orientada para que obtengan el descanso que necesitan sin romper la dinámica. Si nos limitamos a dejar tiempos libres sin una oferta clara pero con una serie de prohibiciones, su tendencia será a salirse de la dinámica y volveremos al enfrentamiento de intereses.
Al organizar actividades como ejercicios espirituales para jóvenes, es crucial considerar sus necesidades de descanso y distracción. Programar tiempos de descanso con actividades lúdicas dirigidas ayuda a mantener la dinámica y evitar conflictos por falta de claridad en los tiempos libres.
Cada vez ofrecemos en los colegios más actividades de servicio, pero no tenemos gente que acompañe adecuadamente a los chicos y chicas y les ayude a pasar lo vivido por el corazón convirtiendo la vivencia en experiencia quedando simplemente en vivencias intensas, que conmueven, pero que no dejan poso ni transforman a la persona.
Además, muchas veces, por un deseo de llegar a los no cristianos, desconectamos la experiencia de servicio de la fe, transformándola en mero voluntariado. Es decir, en algo que uno hace porque le apetece, mientras le apetece para su satisfacción o realización personal.
Para convertirlo en algo más habría que dedicar recursos al acompañamiento personal de los chicos, para convertir la vivencia del voluntariado en experiencia de entrega gratuita a los demás por la construcción del Reino y el anuncio de la Buena Noticia. Sólo así será una oportunidad pedagógica y acercará a nuestros alumnos al encuentro personal con Jesús.
Ofrecemos más actividades de servicio en colegios, pero falta acompañamiento para que las experiencias se conviertan en transformadoras. Al desconectar el servicio de la fe, se convierte en mero voluntariado personal. Necesitamos recursos para acompañar a los jóvenes y convertir el servicio en una experiencia de entrega por el Reino, acercándolos al encuentro con Jesús.
En muchas fraternidades se da un fenómeno curioso, sus miembros son buena gente, que siempre ha estado o incluso sigue estando muy comprometida con muchas cosas y están acostumbrados a ser fieles a aquellas cosas con las que se comprometieron poniendo ese compromiso por encima de sus propios intereses, pero que nunca se plantearon seriamente vivir la fe en comunidad o rezar juntos como una necesidad personal y, ahora, la pertenencia a fraternidades se mantiene por fidelidad a un compromiso y no por responder a una llamada que nunca sintieron de vivir la fe en comunidad, pero no importa, porque están acostumbrados a que lo que se espera de ellos es que sean fieles, que no se rindan, que no se vayan de fraternidades y si les aporta algo o no parece más secundario.
Se da incluso la fidelidad al grupo de Whatsapp, casi podríamos hablar de la consagración al grupo de Whatsapp. Y es que hay un número demasiado elevado de fraternos que de hecho han dejado su fraternidad, pero no lo han dicho públicamente a nadie, ni a sí mismos y siguen en el grupo de Whatsapp porque, ni saben por qué entraron, ni saben por qué no se han salido, pero lo importante es estar inscrito.
En muchas fraternidades, la fidelidad se convierte en un compromiso mecánico más que en una respuesta a una llamada interior. Algunos miembros permanecen por lealtad a un compromiso, no por sentir la necesidad de vivir la fe en comunidad. Incluso después de dejar la fraternidad, siguen en el grupo de WhatsApp, quizás por inercia o…
Actualmente los jóvenes tienen un gran vacío interior y lo tratan de llenar con el consumo de vivencias. Cambian continuamente de actividad y tienen miedo a comprometerse con algo que les cierre puertas, pero eso les deja confundidos y bloqueados.
En todo caso, esta es la dinámica actual del mundo y no debe escandalizarnos, los jóvenes lo viven con naturalidad. Sin embargo, si les ayudamos a encontrar un horizonte vital que marque su rumbo, aunque estén cambiando continuamente de actividades y trabajos, avanzarán en una dirección. Hay que ayudarles a definir ese horizonte en sus vidas y no tratar de hacer que elijan algo y no busquen nada más. Esto se puede trabajar en las actividades de impacto si están bien diseñadas para discernir el horizonte vital.
En los últimos años van surgiendo iniciativas de formación para que los jóvenes puedan madurar y profundizar en su fe a través del conocimiento y la experiencia para descubrirse a sí mismos y, según dicen, «disfrutar de ser persona». Es el caso del Soul College promovido por la Fundación Hakuna con varios cursos de distinta temática y duración.
Algo muy importante para los jóvenes es obtener respuestas, plantear sus dudas, ser escuchados y la experiencia de encontrar esas respuestas, puede ser muy intensa y transformadora como una verdadera actividad de impacto al encontrarse con la Verdad.
Los jóvenes buscan llenar un vacío interior con vivencias cambiantes, pero necesitan un horizonte vital que marque su rumbo. Iniciativas como el Soul College ofrecen formación para madurar en la fe y descubrirse a sí mismos. Encontrar respuestas a sus dudas puede ser transformador y una verdadera actividad de impacto.
Javier de la Torre nos recordaba en una formación sobre la afectividad que nada nos sostiene más que vivir en los vínculos, que el bienestar psicológico está en los vínculos sanos. En la vida religiosa tenemos muchas relaciones pero pocos vínculos estables.
La gente, en el fondo, añora tener este tipo de vínculos, aunque al mismo tiempo huya de ellos por la falta de costumbre, o por una forma antigua de entender la vida religiosa. Y no es la voluntad ni la inteligencia la que posibilita los vínculos estables, es la relación desinteresada del día a día la que forja esos vínculos y, para eso, tenemos que vencer la tentación de la eficiencia y el utilitarismo en nuestras relaciones. Te hablo sólo cuando necesito algo de ti, me dejo ver en la comunidad sólo cuando tengo que comunicar o pedir algo, etc.
Nuestras comunidades pueden ser mucho más que residencias donde la convivencia es justa y cordial, el voto de castidad nos llama a establecer vínculos donde me descubra en la otra persona y no en los que me valga de la otra persona para vivir.
En la vida religiosa, es vital cultivar vínculos estables más allá de simples relaciones. Javier de la Torre nos recuerda que el bienestar psicológico se encuentra en vínculos sanos. Debemos superar la tentación de la eficiencia y el utilitarismo en nuestras relaciones, para forjar vínculos desinteresados que trasciendan la mera convivencia cordial.
En un mundo individualista basado en la competición, algo como lo que nos plantea Ignacio Otaño sobre los métodos pedagógicos de Chaminade para educar entre iguales, podría ofrecer una formación humana muy positiva, además de educar en la cultura de la responsabilidad.
“Apoyó el método de dividir la clase en grupos de 10-12 alumnos, según su nivel, de los que el primero hacía de monitor. Así el maestro podía ocuparse, al mismo tiempo, de toda la clase y de los que necesitaban una atención especial. […] Tienen, pues, el objetivo de armonizar educación y vida real, conocimientos y ejercicio profesional […] facilita en todas partes la creación de escuelas adecuadas a las necesidades y costumbres locales” (Pág. 77-78)
Ignacio Otaño resalta el método pedagógico de Chaminade, que dividía las clases en grupos liderados por un estudiante, fomentando la colaboración y la responsabilidad. Esta forma de enseñar no solo promovía el aprendizaje, sino que también preparaba a los jóvenes para enfrentar la vida real y ejercer roles profesionales.
* Los resúmenes de cada entrada son orientativos. Están generados con IA a partir del contenido completo de la misma, por lo que podrían contener incongruencias.
** Las entradas está ordenadas por importancia y esta se refiere al número de veces que se repite una misma idea a lo largo del estudio.