Cuando ejercemos el ministerio de acompañar a una comunidad que empieza, cabe esperar que, si ofrecemos buenos contenidos, la respuesta será buena. Pero, será mucho mejor, si es el Espíritu quien nos da el don de la palabra oportuna inspirándonos lo que hemos de decir, así como el de la escucha activa al que lo recibe.
Si lo piensas, no podemos saber el impacto que tendrán nuestras palabras en los demás, ni siquiera podemos saber de antemano lo que necesita escuchar cada uno y, ni siquiera tiene por qué ser lo mismo para todos los participantes. Desde esta perspectiva, la única manera de acertar y llegar a todos es por la gracia dada por el Espíritu que, como en Pentecostés, hace que todos escuchen en su idioma lo que necesitaban oír, ante el mensaje inspirado de los discípulos. Pidamos pues el don necesario antes de acercarnos a orientar a una comunidad que da sus primeros pasos.

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