Conforme van dando pasos como comunidad, es importante conocer, y respetar sus formas de hacer las cosas y de participar en las actividades comunes. Es un clásico que cuando uno se va haciendo mayor, las formas de los jóvenes nos parecen cada vez menos ortodoxas o apropiadas y nos sentimos irracionalmente llamados a “corregir” esas formas. Eso genera una ruptura generacional por el rechazo implícito de una parte contra la otra y viceversa y la consiguiente desafección por las cosas del otro.
El foco debemos ponerlo en el interés de la persona por estar y formar parte de la comunidad, evitando todo rigorismo formal que busque la perfección en las motivaciones, las formas y el cumplimiento. Lo que sí deberíamos exigir, una vez se ha formado la comunidad, es la asistencia a sus reuniones, porque de lo contrario, no hay un interés real por estar y formar parte de la comunidad y seguiríamos en el punto de “creación de la comunidad”.

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