Apertura

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Si no hay puerta que cerrar, tampoco hay nada que abrir. La apertura implica un equilibrio entre lo de dentro y lo de fuera, para llevar a Jesús al mundo. Pero si la apertura se traduce en ofrecer el cristianismo de marca blanca, sin identidad ni carisma, cuando la gente busque calidad, irá a los productos reconocibles y nos descartará.

  • Apertura – VR [3]

    Apertura – VR [3]

    La diversidad de carismas puede llevar al sincretismo. Debemos mantener nuestra identidad sin perderla en la amalgama de influencias contemporáneas. Chaminade insta a conectar con la actualidad sin perder nuestra esencia, optando por audacia y vigilancia para adaptar nuestro carisma al mundo actual. Ver contenido

  • Apertura – Familia [2]

    Apertura – Familia [2]

    Nuestra tradición aboga por la adaptación sin perder la esencia. Debemos mantener claros nuestros pilares y no ocultar aspectos impopulares del cristianismo por miedo al rechazo. La verdadera apertura implica enfrentar el relativismo con profundidad y convicción. Ver contenido

  • Apertura – Iniciación [2]

    Apertura – Iniciación [2]

    Chaminade promueve la acogida de personas con distintos niveles de vida cristiana, pero también enfatiza la importancia de que deseen crecer en su fe dentro de la comunidad. La apertura no debe ser pasiva, sino orientada hacia el crecimiento espiritual en comunidad. Ver contenido

  • Apertura – Escolar [1]

    Apertura – Escolar [1]

    La fe no puede ser relegada a lo voluntario o subordinada a otras actividades. Aplazar actividades de fe durante exámenes transmite un mensaje erróneo: la fe no es el eje central. Esta actitud genera cristianos adornados con la fe en lugar de vivirla auténticamente. Ver contenido

  • Apertura – Creación [1]

    Apertura – Creación [1]

    Es crucial encontrar un equilibrio entre la apertura y la identidad en las comunidades. La falta de límites puede resultar en grupos difusos sin verdadera comunidad. Es necesario establecer fronteras claras para fomentar la intimidad y confianza en la vida compartida. Ver contenido

  • En el mundo hay muchos carismas, estilos, medios y grupos y corremos el riesgo de caer en un sincretismo que nos lleve a perder la identidad. 

    Pongamos un ejemplo. Como religioso, en los últimos años he estado expuesto a canciones evangélicas de Hillsong, a otras católicas de Hakuna y a los espantosos cantos de la Liturgia de las Horas rematados por la dulzura de nuestras voces. Comparando canciones, lo que menos me ha acercado a Dios con diferencia ha sido el canto en la Liturgia de las Horas, hasta el punto de alejarme. El caso es que el canto lleva a identificarnos con la espiritualidad de quien lo canta pero, hoy por hoy, no me identifico con algunas cosas del movimiento de Hakuna y tampoco coincido con la espiritualidad evangélica. Sin embargo, soy un agente de contagio de esos movimientos que no representan mi carisma, porque son los que a mí me acercan a Dios y empleo sus canciones con otros, para que también les acerquen a Dios, perdiendo la identidad de nuestro carisma paulatinamente. Así, esta apertura a la actualidad no me sirve para actualizar mi carisma anclado en estructuras inamovibles, sino para sustituirlo, precisamente por ese inmovilismo. 

    Sobre esto de la apertura con identidad, nos habla también Ignacio Otaño citando a Chaminade. Comienza hablando de la modestia y dice que:

    “Es como el reflejo exterior de la humildad y sencillez interior. […] Saber conectar también con los gustos de la época, sobre todo de la juventud, sin perder la identidad propia y la sencillez. Dice Chaminade: […] “sin herir demasiado abiertamente las ideas y gustos del siglo en que Dios nos ha hecho nacer; debemos atraer al mundo y sobre todo a la juventud, debemos atraerla de todos modos, por nuestras maneras agradables, amables, pacientes, por nuestro mismo modo de vestir” […] «La lealtad, la franqueza, el desprendimiento forman nuestro carácter» (Pág. 73)

    Y sigue más adelante animándonos a optar por la audacia y la vigilancia, en lugar del rechazo a las cosas de nuestro mundo:

    «Para ser un buen religioso marianista, no se precisa ni conviene rechazar sistemáticamente las expresiones de la adveniente cultura universal ni estar en contra de todas sus tendencias. Todo lo contrario: se precisa enganchar adecuadamente con esas tendencias (Vaticano II, AG 9, GS 58 y 92 d): sólo quien es capaz de asumir es capaz de redimir. Pero, al mismo tiempo, es necesario tomar conciencia de los contravalores existentes…» […] «asumir, sin llegar a la delicada y exigente tarea de redimir… Las culturas necesitan respeto y comprensión, pero también conversión y transformación…» […] “Sería un drama para nosotros la ruptura entre vida marianista y cultura; debemos aspirar a la debida síntesis entre esta vida marianista y esta cultura. Una vida religiosa que no se hace cultura no se entiende bien ni se transmite bien” […] «No puede mirar atrás ni alimentar añoranzas de restauración… Debe mirar a Jesucristo y configurarse con Él; esta configuración se puede convertir en una forma alternativa de vida que permitirá despertar lo mejor de la cultura moderna desde nuestra identidad de marianistas… Se impone optar por la audacia y la vigilancia. Mejor aún, ser audaces y vigilantes al mismo tiempo». (Pág 95-96)

    Debemos dejar de mirar al mundo desde el balcón adoptando sin discernimiento unas cosas y rechazando violentamente otras, para empezar a llevar nuestro propio carisma al mundo y a la Iglesia, aprendiendo a adaptarlo como han hecho estas otras realidades que hoy logran traer a Jesús al mundo, mucho mejor que nosotros.

  • Nuestra tradición es la adaptación y para sostenerlo, recojo un breve fragmento donde Simler nos habla de la tercera de las ideas clarividentes que ve en Chaminade relacionadas con la misión:

    “Ese apostolado tendría formas que le permitiesen llegar más fácilmente a todas las clases de la sociedad; el Instituto religioso se adaptaría a todas las exigencias de tiempos y lugares hasta donde lo permitan la esencia de la vida cristiana y de la vida religiosa.” (Pág. 27)

    Como aparece en muchos otros textos de nuestra tradición, lo nuestro es estar abiertos a la realidad del mundo sea cual sea, pero eso no nos puede llevar a hacer rebajas. Debemos tener clara nuestra propuesta y sus pilares. No podemos presentarnos con máscaras porque nos da miedo que nos rechacen o rechacen nuestra propuesta. 

    Ese miedo nos lleva muchas veces a bajar la intensidad o el nivel doctrinal o a ocultar cosas impopulares del cristianismo y eso alimenta el mal de nuestro tiempo, la falta de profundidad, la desorientación y el relativismo. Este es un mal que estamos llamados a enfrentar y vencer, con la ayuda de María, no a esquivarlo o alimentarlo por una falsa idea de apertura.

  • Como vemos en nuestro carisma, Chaminade está abierto a acoger a todo tipo de personas sea cual sea su nivel de vida cristiana, pero no para que se mantengan en la indefinición, sino para recorrer con ellos un camino de iniciación en la vida cristiana dentro de la comunidad.

    “Chaminade quiere mostrar claramente que, en la congregación, existen personas con distinto nivel de vida cristiana y sostiene que es preciso que la comunidad siga acogiendo a personas que no tienen una buena educación religiosa previa o que han estado alejadas de la fe, pero quieren realmente crecer en su vida cristiana en el seno de la congregación.” (Pág. 50)

    Este es un matiz importante que se nos olvida a veces y nos limitamos a estar abiertos a todo y a todos, pero sin pedir la segunda parte que “quieran realmente crecer en su vida cristiana en el seno de la congregación”, y la apertura se convierte en una falta de exigencia y en indefinición por un falso respeto al nivel de cada uno. El fin no es aceptarlo todo, el fin es llevar a Jesús a todos.

  • Hemos confundido apertura con hacerlo todo voluntario y relegarlo al último lugar de la vida. De esta forma, en el colegio, al hacer las cosas de fe voluntarias o supeditarlas al resto de actividades, transmitimos un mensaje confuso. 

    Pongo un ejemplo: en tiempo de exámenes y en muchas otras ocasiones, se suspenden o aplazan las actividades de fe como la catequesis. Ante esto ¿qué aprende el joven? que la fe es un complemento de la vida que va en función del resto de cosas y no el eje central que lo vertebra todo. Así sacamos al mundo cristianos que no viven desde la fe sino que se adornan con ella.

    Esa superprotección a la que sometemos a los jóvenes, especialmente entorno a los exámenes, sólo hace que generarles más ansiedad. Sin embargo, en la vida, van a tener que afrontar momentos de mucho más estrés y dificultad que los exámenes de bachillerato. En todo caso, les habremos enseñado a que cuando viene el estrés, no hay que perder el tiempo en las cosas de la fe, con lo que nunca podrán acudir a Jesús cuando estén “cansados y agobiados” para que él sea su descanso porque no lo hicieron cuando tenían edad y un contexto seguro para vivir esto. Y, probablemente, tampoco habrán sacado más nota en selectividad por saltarse cuatro reuniones de catequesis.

  • Nos da miedo generar comunidades cerradas en sí mismas y es normal. Debemos ser abiertos y acogedores como marca nuestro carisma, pero hay un equilibrio que no acabamos de lograr. A veces las comunidades demasiado abiertas son en realidad grupos sin identidad donde no percibimos el contorno de dicha comunidad porque no existe. No sabemos quién pertenece y quién no o qué supone la pertenencia y no se llega a generar un clima de intimidad y confianza donde compartir la fe y la vida, porque, ni siquiera sé quién forma parte realmente del grupo, con lo que no llega a ser una verdadera comunidad.

    Compartiendo oración con diferentes comunidades, en algunas, aunque sea muy bien recibido, me siento un poco intruso, porque es palpable la intimidad que existe entre sus miembros y cómo mi presencia, aunque sea conocido y apreciado, la distorsiona. En cambio, en otros grupos de oración, mi presencia o ausencia, como la de otros miembros, es totalmente arbitraria y la profundidad de mi participación como la de otros, es muy diferente.

    Con todo esto, si queremos que se consoliden nuevas comunidades, debemos construir muy bien el contorno de la comunidad y decidir cuándo abrir y cuándo cerrar la puerta y saber quién está dentro y quién fuera.

Guía de estilo Marianista