Madeleine

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Es la comunidad de comunidades, el marco que reúne a todas las demás sin anularlas, siendo reflejo de la vida de la Iglesia. Madeleine forma parte de la Familia Marianista y de la Iglesia, no se puede desvincular de ninguna de ambas.

  • Visibilizar – Madeleine [7]

    Visibilizar – Madeleine [7]

    La diversidad es esencial en nuestras comunidades marianistas. Como recordaba Chaminade, debemos unir a todos los estados de vida y clases sociales, como los primeros cristianos. Al iniciar una eucaristía o programar actividades, debemos buscar encuentros significativos que interesen a los participantes y hagan visibles nuestra comunidad acogedora. Ver contenido

  • Entorno – Madeleine [5]

    Entorno – Madeleine [5]

    En el contexto actual, la movilidad geográfica y la pérdida de arraigo en el lugar de origen hacen que el concepto de parroquia tradicional pierda relevancia. Es necesario buscar nuevas formas de mantener las raíces y el contacto con la comunidad de fe. La Comunidad Madeleine puede ser un espacio físico de encuentro para aquellos… Ver contenido

  • Acompañantes – Madeleine [4]

    Acompañantes – Madeleine [4]

    La elección del liderazgo en la comunidad de fe es crucial. Los líderes evangélicos, carismáticos y comunicativos, ofrecen lecciones sobre la importancia de la preparación y el uso adecuado de los medios. La homilía requiere interlocutores capaces de transmitir el Evangelio con claridad y pasión, sin depender exclusivamente de los sacerdotes carismáticos. Ver contenido

  • Barreras – Madeleine [4]

    Barreras – Madeleine [4]

    Es crucial cuidar la terminología en la construcción de la comunidad de fe para evitar confusiones y orientar adecuadamente. Por ejemplo, es preferible hablar de «Proyecto misionero» en lugar de «proyecto pastoral» para integrar la acción del colegio. En los encuentros como la Eucaristía, la atracción para los jóvenes radica en cantos significativos y homilías… Ver contenido

  • Comunicación – Madeleine [3]

    Comunicación – Madeleine [3]

    La comunicación efectiva requiere una agenda compartida y accesible en espacios comunitarios. Priorizar la transparencia sobre la saturación y destacar la información relevante para cada miembro fortalece el sentido de pertenencia. Inspirarse en prácticas efectivas de parroquias puede enriquecer nuestra estrategia de comunicación, enfocándose en la visión común y aprovechando las nuevas tecnologías. Ver contenido

  • Llamada – Madeleine [3]

    Llamada – Madeleine [3]

    Una comunidad visible y atractiva facilita la integración de nuevos miembros. Es importante contar con un plan de acogida activo y programado para recibir a los buscadores. Chaminade ya lo practicaba, organizando asambleas públicas donde se invitaba a traer a nuevas personas y se disponía de un servicio de orden para recibirlas. Ver contenido

  • Itinerario – Madeleine [3]

    Itinerario – Madeleine [3]

    El crecimiento requiere un itinerario bien orientado, pero no debe ser único. La diversidad de momentos vitales exige un proyecto claro y concreto, como el de Chaminade, para regenerar la fe y la cultura en Francia. Ver contenido

  • Preparación – Madeleine [2]

    Preparación – Madeleine [2]

    Constituir una comunidad de fe como Madeleine requiere una preparación cuidadosa y sin atajos. Es esencial adaptarse al contexto actual y dialogar con la realidad local y la Familia Marianista. La claridad en el proceso permite identificar el progreso y facilita el crecimiento conjunto con otras comunidades. Ver contenido

  • Familia Marianista – Madeleine [2]

    Familia Marianista – Madeleine [2]

    En los inicios de la comunidad marianista, el ocio compartido fortalecía los lazos y alejaba de peligros. Hoy, la dimensión lúdica escasea en nuestras reuniones, volviéndolas funcionales. Para mantener la comunión, debemos equilibrar eficacia y convivencia, evitando polarizaciones y promoviendo más tiempo juntos. Ver contenido

  • Escucha – Madeleine [2]

    Escucha – Madeleine [2]

    La relación con la comunidad de fe debe adaptarse a los tiempos. Así como el fútbol tradicional ya no emociona a los jóvenes, también las prácticas religiosas pueden volverse obsoletas. Es esencial escuchar sus necesidades y estar dispuestos a cambiar incluso aspectos arraigados, como el horario de la Eucaristía, para mantener viva la comunidad. Ver contenido

  • Identidad – Madeleine [2]

    Identidad – Madeleine [2]

    Es fundamental que las ramas de la Familia Marianista tengan una identidad clara para contribuir significativamente a la comunidad de fe Madeleine sin sentir amenazada su existencia. Madeleine debe ser un elemento unificador en las dimensiones de la vida cristiana, no sustituir las dinámicas de las ramas, sino cohesionarlas para promover un espacio de encuentro… Ver contenido

  • Protagonismo – Madeleine [2]

    Protagonismo – Madeleine [2]

    La transición hacia comunidades de fe auténticas implica un cambio de liderazgo, pasando de los religiosos a los laicos. Los laicos deben tener voz en la toma de decisiones y no ser vistos como simples trabajadores. Jesús nos llama amigos, no siervos, elevándonos a su nivel y exigiendo un esfuerzo equitativo de todos. Ver contenido

  • Responsabilidad – Madeleine [2]

    Responsabilidad – Madeleine [2]

    En Valencia, la comunidad de fe Madeleine ha implementado un enfoque innovador para la preparación de la Eucaristía. Cada domingo, miembros que hayan tenido experiencias significativas recientes lideran la misa. Esto no solo visibiliza a la comunidad, sino que comparte la responsabilidad con el cura, liberándolo para centrarse en la homilía. La participación masiva, especialmente… Ver contenido

  • Palabra – Madeleine [2]

    Palabra – Madeleine [2]

    En la comunidad de fe, la voz de los laicos en la predicación y la formación es vital, como en tiempos de Chaminade. Sin embargo, debemos mantener el fundamento en la Palabra de Dios, evitando que el éxito del mensaje opaque su verdad. Inspirémonos en la predicación evangélica, que se basa en la Biblia, para… Ver contenido

  • Iguales – Madeleine [2]

    Iguales – Madeleine [2]

    En encuentros de oración intergeneracionales, es beneficioso que la dirección de la oración la asuman los laicos para evitar que parezca que solo actúan como último recurso. Además, al emplear un lenguaje y sensibilidad más cercanos a los laicos, se promueve una experiencia de fe más compartida. En la celebración eucarística, sentar a los jóvenes… Ver contenido

  • Formas – Madeleine [1]

    Formas – Madeleine [1]

    En una Eucaristía exitosa, un buen coro, un sacerdote acogedor y un ambiente comunitario son clave. Debemos valorar estos elementos y asegurarnos de su calidad para fortalecer el encuentro de la comunidad en la celebración. Ver contenido

  • Iglesia – Madeleine [1]

    Iglesia – Madeleine [1]

    La comunidad Madeleine debe integrarse plenamente en la Iglesia local y universal, buscando siempre la comunión y la colaboración. Inspirados en sugerencias prácticas, podemos fomentar la participación en misiones fuera de la comunidad, trabajar en armonía con distintos carismas y colaborar activamente con otras parroquias y la diócesis. Ver contenido

  • Estructuras – Madeleine [1]

    Estructuras – Madeleine [1]

    Ignacio Otaño destaca la importancia de la unidad en la comunidad, como lo evidencia Chaminade al promover fracciones que agrupan a personas con afinidades similares. Esta organización permite una acción coordinada sin perder la conexión con el cuerpo común, enfatizando la necesidad de apoyo mutuo y edificación en la comunidad. Ver contenido

  • Espíritu – Madeleine [1]

    Espíritu – Madeleine [1]

    Al entrar en una comunidad establecida, la primera impresión puede ser de postureo, pero al conocer a la gente y escuchar sus pensamientos, se percibe la acción del Espíritu. La diversidad en la gran comunidad elimina prejuicios y barreras, permitiendo invocar al Espíritu juntos en cada encuentro de fe. Ver contenido

  • Signos – Madeleine [1]

    Signos – Madeleine [1]

    La comunidad Madeleine brinda un espacio seguro para compartir la fe con otros. Sentirse parte de algo más grande valida nuestra respuesta a la llamada. Todos necesitamos pertenecer a una tribu, encontrar referentes y lugares donde sentirnos aceptados para madurar y desarrollar nuestro propio criterio. Ver contenido

  • Instrumentalización – Madeleine [1]

    Instrumentalización – Madeleine [1]

    Es crucial no ver a los jóvenes como mano de obra barata para tareas logísticas, sino como parte integral de la comunidad de fe. Su participación debe ir más allá de montar eventos; deben tener voz en las decisiones y sentirse valorados, no utilizados. Donde están integrados, ofrecen ayuda por iniciativa propia, pero donde se… Ver contenido

  • Plan – Madeleine [1]

    Plan – Madeleine [1]

    La comunidad Madeleine ofrece un constante primer anuncio seguido de procesos de iniciación. Aplicar recursos para acompañar a los nuevos en un plan establecido fortalecería la integración y crecimiento en la fe, evitando la dispersión y fomentando una vinculación significativa. Ver contenido

  • Apasionar – Madeleine [1]

    Apasionar – Madeleine [1]

    Para hacer crecer una comunidad de fe, es esencial formar equipos con personas apasionadas y guiadas por el Espíritu, no simplemente representantes institucionales. El enfoque debe estar en la vida y el entusiasmo, no en la política y la estrategia, aunque la representación de todos los grupos pueda ser beneficiosa. Ver contenido

  • Libertad – Madeleine [1]

    Libertad – Madeleine [1]

    La acogida en la comunidad de fe debe ser sin grandes exigencias. Según Chaminade, debe ser un medio fácil para cumplir los deberes del cristianismo, abierto a quienes no se sienten lo suficientemente fuertes para ser cristianos solos. Los jóvenes necesitan un espacio acogedor sin presión ni compromiso, donde puedan entrar y salir libremente. Ver contenido

  • Profundidad – Madeleine [1]

    Profundidad – Madeleine [1]

    La diversidad de niveles de adhesión en la comunidad de fe requiere una oferta que se adapte a las diferentes demandas. Los buscadores necesitan respuestas profundas y debemos aprovechar su empuje como testimonio e inspiración, ofreciéndoles un camino más profundo en lugar de conformarnos con lo mínimo para todos. Ver contenido

  • Carisma – Madeleine [1]

    Carisma – Madeleine [1]

    La vuelta al carisma debe ser constante, fundamentando nuevos proyectos en las intuiciones de Chaminade. Debemos enfocarnos en formar comunidades al estilo de la Madeleine inicial, ajustando desviaciones y valorando la tradición. La comunidad Madeleine, un signo de nuestro carisma, puede ser fecunda si se trabaja con diligencia. Ver contenido

  • Muchas veces vemos comunidades muy homogéneas, esto es algo que puede ocurrir de forma natural y que facilita la creación de la comunidad, pero el sectarismo no es propio de nuestro carisma. En tiempos de los primeros congregantes se daba cabida a todos los estados de vida y clases sociales. Según nos recuerda Ignacio Otaño, Chaminade decía lo siguiente:

    “Unión de verdad de todos los estados de vida honestos y de todas las clases de la sociedad: unión sin confusión. Unión que presenta al mundo el espectáculo más edificante, tan semejante a la unión de los primeros cristianos que tanto impresionaba a los paganos. Las ligeras distinciones que se encuentran, resaltando la armonía, contribuyen a conseguir los grandes objetivos que se proponen los congregantes y no a obstaculizarlos. Observando las asambleas privadas y públicas de la congregación y su actividad, se puede aplicar a ellas el axioma ‘vis unita fit fortior’ (‘la fuerza unida se hace más fuerte’) en toda su extensión” (Pág. 38)

    Para arrancar una eucaristía donde aún no hay nada, puede ser buena idea comenzar haciendo que distintos grupos se reúnan entorno al día y la hora en la que esperas que surja la eucaristía para que la hagan suya y quien se acerque vea una comunidad orante real y no gente “montando una misa”.

    A la hora de programar actividades, tendemos a sistematizar las cosas y fijar, por ejemplo, encuentros mensuales, y después nos planteamos qué hacer en esos encuentros. En lugar de eso, deberíamos tender a hacer encuentros significativos, con un contenido y formato especial que interese realmente a los participantes.

    Además, si hacemos visibles estos encuentros, se convierten en momentos especialmente oportunos para atraer a curiosos y acogerlos. Esto ya se planteaba con los primeros congregantes en la Madeleine según cuenta Ignacio Otaño.

    “En las asambleas del domingo por la tarde, en los paseos, en los retiros, a menudo se atraen curiosos ajenos a toda idea religiosa. ¡Cuántas personas no se habrían encontrado nunca en la asociación si ésta hubiera sido una selección de almas apostólicas! Unos se habrían mantenido alejados y otros habrían sido descartados. No habría quedado más que un pequeño número…” (Pág. 49)

    En todo caso, debemos olvidarnos de los números, el objetivo no puede ser, nunca más, llenar la misa o los encuentros, sino hacer comunidad y propiciar espacios para compartir. Los números aumentan por contagio cuando lo que hacemos bien, lo ve más gente. Los jóvenes huelen la vida. Donde ven que hay vida se despierta el deseo y se produce contagio. Solo la Vida, en mayúsculas que es Dios, da vida. El hecho de la apertura es por opción, no por aumentar el número.

  • En nuestro tiempo, la permanencia en el pueblo, el barrio o la ciudad de nacimiento, es extremadamente improbable. Por estudios, por trabajo, o simplemente por ganas de conocer otras cosas, los jóvenes no se quedan en el entorno de su parroquia o colegio, ni permanecen mucho tiempo en el mismo sitio. Esto hace que el concepto de parroquia pierda algo de fuerza y nos veamos llamados a buscar una forma distinta de mantener las raíces y el contacto con esa comunidad que los anime y motive a crear o acercarse a una comunidad de fe local marianista para vivir su fe.

    Si la persona no ha tenido experiencia de fe y de comunidad antes de salir del contexto protegido del colegio, es difícil que la busque al salir, más aún si cambia de ciudad. Pensando en la gente descolgada por el motivo que sea, que no tiene una comunidad oficial o que ha salido de su entorno y aún no se ha integrado, la Comunidad Madeleine se vuelve imprescindible. Este sería su espacio físico de encuentro, de compartir vida sin compromiso, del que puedan surgir, de manera espontánea, las nuevas comunidades por medio de la relación interpersonal.

    Un entorno virtual para mantener el contacto, serviría también para cuidar de aquellas personas que, puntualmente, están ausentes de su comunidad, por enfermedad, por cambios en su momento vital o por el motivo que sea. En tiempos de los primeros congregantes, para mantener el contacto con los ausentes, que formaban una fracción en sí misma, se asignaba a personas concretas para hacerles un seguimiento.

  • La elección de las personas es fundamental, por eso, hay que elegir muy bien al equipo que lidere la comunidad de fe. Observando distintos ejemplos, se percibe cómo las personas al mando de la comunidad la condicionan enormemente, por su autoridad reconocida, por la relación entre ellas, por su dedicación y vinculación con el proyecto.

    Mirando los líderes de grupos evangélicos, encontramos el ejemplo de gente muy carismática, jóven, atractiva y que comunica de una manera concreta y muy estudiada para remover a la gente. Nada queda al azar. Sus charlas motivadoras mezclan lo cómico, el teatro y la exaltación, con mensajes cortos y sencillos que transmiten la pasión y fuerza del animador. Sin llegar a hacer algo fingido, deberíamos revisar si las personas encargadas de hablar a la comunidad están preparadas, y emplean los medios adecuados, para ser buenos comunicadores.

    Si pensamos en la figura del sacerdote como acompañante en la Eucaristía de la comunidad de fe, vemos que su papel, especialmente en la homilía, es demasiado importante como para que aceptemos cualquier cosa simplemente porque no hay otro disponible, o porque si no lo hace tal persona se va a sentir apartada. 

    Todos hemos percibido diferencias demasiado grandes para unas mismas lecturas en función del celebrante, pero el mensaje del Evangelio necesita un interlocutor capaz de transmitir buena noticia, en un lenguaje comprensible y que remueva por dentro. No podemos seguir obviando esto porque haya escasez de sacerdotes.

    De la misma forma, no podemos generar dependencia en una serie de curas carismáticos. Hemos de conseguir que la Eucaristía no dependa de eso y la única forma es dar más peso a los laicos, también en la homilía, porque la realidad es que los curas que tenemos son los que son y no van a aumentar, al menos en los próximos 20 años, pero sí que van a disminuir en número y en facultades en los próximos 10 años.

  • A veces las barreras no son entre generaciones sino entre grupos que trabajan con los jóvenes. A la hora de construir adecuadamente la comunidad Madeleine o comunidad de fe, hemos de cuidar la terminología que empleamos para no herir sensibilidades, pero, sobre todo, para no orientar mal las cosas. Por ejemplo, si hablamos de “proyecto pastoral de la comunidad de fe” probablemente estaremos proyectando sobre la comunidad de fe el proyecto pastoral del colegio, como si el colegio fuera el único ámbito de acción. En este ejemplo es mejor hablar de “Proyecto misionero de la comunidad de fe” al que el colegio aporta su “proyecto pastoral” de forma integrada y armonizada como una parte más dejando claro que la comunidad de fe no es una extensión del colegio.

    Si nos fijamos en los encuentros que se pueden dar en la comunidad de fe, especialmente la Eucaristía, vemos que el atractivo de dichos encuentros, como mucho es para los mayores, aunque a veces ni a nosotros nos atraen. Vivimos en una sobreabundancia de propuestas y la forma natural de discriminar es dirigirse a aquella que más me atrae. Esto ya pasaba con los primeros congregantes y Chaminade instaba a que la asamblea fuera “atractiva, no aburrida” “en competencia con los teatros, bailes y espectáculos públicos, que empiezan a la misma hora”.

    Hablando con los jóvenes, detectamos dos elementos clave que también lo son para los que no somos tan jóvenes: El uso de cantos significativos y las homilías claras y sintéticas. Es bien sabido que una canción nos gusta, no sólo por su calidad o su interpretación, sino por los sentimientos que mueve en nosotros al conectar con momentos importantes de nuestra vida, por eso, es importante usar canciones “que se sepan” que les hayan acompañado en momentos importantes que hayan disfrutado, aunque a nosotros nos aburran o nos digan menos. En cuanto a las homilías, es evidente que han de conectar con la persona que las recibe porque esa es su función: acercar la Palabra a los fieles. En cambio, si la hace más lejana, difusa y no entusiasma, traiciona su fin y se convierte en barrera para jóvenes y mayores. Por lo general, si se adapta a los jóvenes, los mayores también serán capaces de seguirla.

  • La comunicación sigue siendo la asignatura pendiente. Confundimos comunicar con jugar con las redes sociales o con anunciar cosas para vender productos. Sin embargo, luego, nos quejamos de que la gente no se entera de las cosas que organizo y, al mismo tiempo, me creo que yo soy el único que hace algo, porque no conozco lo de los demás.

    Contar con una agenda pública clara, en un lugar Madeleine o comunidad de fe, es imprescindible. Y, una cartelera llena de papeles, en el siglo XXI, no vale para nada.

    Falta conciencia de lo que se está haciendo y una forma única, rápida y clara de poder llegar a esa información y compartirla. Esto nos haría sentirnos parte de todo lo que ocurre en la comunidad de fe y nos permitiría poder contarlo y ofrecerlo a otros, aunque no participemos de algunas cosas. 

    Junto con ese espacio virtual donde poder consultar toda la vida de la comunidad, es necesario también tener un buen plan de comunicación, coherente y que no sature a la gente. Donde la prioridad no sea que se vea más lo mío frente a lo de los demás, sino que cada miembro de la comunidad tenga conocimiento de aquello que quiere conocer y le interesa.

    Para sacar más ideas, veamos cómo tratan el tema de la comunicación en las parroquias, observando algunas de las ideas recogidas en el documento “57 buenas prácticas en parroquias” elaborado en 2023 tras el estudio de 200 parroquias.

    7.a La visión de la parroquia se comunica en: homilías, RRSS y web, cartelería, murales, dípticos o roll-up en un lugar visible de la parroquia: fachada, altar o sacristía, hoja parroquial, asambleas parroquiales, persona a persona y actividades experienciales para su puesta en práctica: convivencias parroquiales, retiros espirituales,… 

    47. Hay una estrategia de comunicación digital para transmitir la visión y las actividades pastorales. 

    48. Se conoce el potencial evangelizador y transformador de las nuevas tecnologías. Por ello se implementan programas informáticos que ayudan en el funcionamiento pastoral, se implementan recursos didácticos tecnológicos en los grupos pequeños o células, y los líderes y responsables de grupos adquieren competencias en uso de TIC.

    Para comunicar bien, primero hay que tener claro qué es lo que queremos comunicar. La visión, la misión y los valores, con un discurso claro y común. Esto en el caso de la comunidad de fe es especialmente importante por la novedad del concepto que manejamos de lugar Madeleine. Por eso, hay que definir y manifestar claramente la constitución de la comunidad de fe local con el modelo correcto, dejando atrás el modelo de asamblea parroquial u otras ideas de las que partimos. A la gente le cuesta entender lo que no ha visto nunca, porque trata de pasarlo por los recuerdos de cosas que ya ha vivido, por eso, trabajar bien la comunicación, nos ayudará a cambiar el concepto, cuidando el discurso y la forma de transmitirlo.

  • Para la pequeña comunidad, es llamativo y atrayente ver una comunidad más amplia de la que formar parte. Si esa comunidad es visible y atractiva, será más fácil hacer la llamada a participar e integrarse en ella.

    Conviene contar, además, con un plan para acoger e integrar a los buscadores que vienen de fuera. Esta estrategia no ha de ser invasiva, pero sí activa y programada, con gente con el carisma adecuado, dedicada activamente a ello.

    Chamiande también contaba con esto, así nos lo cuenta Ignacio Otaño:

    “A la caída de la tarde, tiene lugar la Asamblea pública, que ocupa un lugar importante en la vida de la congregación. Los congregantes son invitados a llevar a la asamblea el mayor número de personas posible. Hay un servicio de orden para recibir y colocar a las personas ajenas a la congregación.”

  • Para crecer en cualquier aspecto de la vida, hace falta hacer un camino bien orientado durante bastante tiempo y este camino viene marcado por el itinerario, pero no debemos confundir el tener un itinerario con ofrecer un camino único. El grado de adhesión ha de ser diferente para cada realidad, mientras que el proyecto ha de ser uno, claro y concreto, contemplando y previendo una respuesta adecuada a la diversidad de momentos vitales y por tanto de adhesión. Sin duda, como hemos visto en otros contenidos, podemos decir que Chaminade cuenta con una organización y estructura bien pensada a largo plazo para lograr el rápido crecimiento y regeneración de la fe y la cultura en Francia.

  • La constitución de un lugar Madeleine o comunidad de fe es compleja porque es algo que nadie hemos conocido y que es distinto a lo que hemos hecho hasta ahora. Además, no basta con tratar de reproducir literalmente lo que ocurrió en 1800 pues las circunstancias y el contexto son diferentes. Por eso, es importante no dar nada por supuesto y hacer una buena preparación del proceso y sus fases en diálogo con la realidad local y con el resto de la Familia Marianista. 

    Es fundamental no tomar atajos y no llamar comunidad de fe o Madeleine a lo que no es, de lo contrario, no podremos llegar a lo que sí es. Por eso es importante cuidar mucho la preparación y dedicarle el tiempo necesario a los procesos.

    Si el proceso es claro y visible, ayudará a identificar correctamente el punto en el que se encuentra la comunidad y cuál es su siguiente objetivo de crecimiento. Esta claridad y visibilización ayuda también a poder entrar en diálogo con los lugares Madeleine de otras ciudades para crecer juntos, cada uno desde el punto en el que se encuentre, hasta poder hablar de comunidad de fe consolidada.

  • En los primeros años de los congregantes, la construcción de esa gran comunidad de fe que era además familia, se conseguía, según nos cuenta Ignacio Otaño, con propuestas de ocio sano, disfrutando juntos:

    El resto de la tarde hasta la hora de la Asamblea pública se dedica a la diversión en común, que suele consistir en paseos, juegos, etc., que refuerzan la unión, permiten el intercambio informal y hacen atrayente la congregación y la instrucción religiosa. “Así se aleja a la juventud de las diversiones peligrosas y se trabaja por crear y mantener el espíritu de cuerpo.” (Pág. 42)

    Sin embargo, esta dimensión lúdica es la más ausente en nuestras asambleas, todo es más funcional y hay cada vez menos espacios para compartir la diversión. Por otra parte, a la hora de construir algo, cuando hablamos de familia, a veces hay que renunciar a lo propio o aplazar proyectos para buscar el equilibrio entre eficacia y comunión para no generar más enfrentamientos de los necesarios. Es muy fácil que la gente tome posiciones en distintos bandos dentro de la comunidad de fe a cuenta de proyectos y decisiones particulares que polarizan a la gente destruyendo la comunión. Con más tiempo de convivencia, estos enfrentamientos podrían mitigarse.

  • Pensando en cómo debería ser la relación o la vivencia de la comunidad de fe, debemos asumir que los formatos se agotan con el tiempo, aunque nos parezca que hay cosas que nunca cambiarán. Por ejemplo: a los jóvenes les aburre el fútbol tradicional, es monótono, hay mucho tiempo muerto y es previsible. Además, la atención está fijada en un único punto. Su ocio, sin embargo, es todo lo contrario y por eso surgen propuestas nuevas como la Kings League. Claramente hace falta emplear odres nuevos que encajen con su forma de interactuar con el mundo y, estas formas nuevas las hemos de descubrir hablando con ellos.

    Algo muy evidente en cuanto a la escucha es el tema del día y hora de la Eucaristía de la comunidad. Un cambio en esto puede ser decisivo. Que la misa haya sido durante los últimos 20 años los domingos a las 12:00, no significa que encaje con la vida de la comunidad de fe actualmente, aunque a la comunidad religiosa que vive en ese lugar le venga mejor a esa hora por sus rutinas.

  • Cuando las comunidades o grupos no tienen bien asentada su identidad, encuentran una amenaza en la pertenencia a una comunidad más amplia como pueda ser la comunidad de fe o Madeleine. Sienten que se diluyen y que les come “su terreno”. Por eso es bueno que, especialmente las ramas de la familia marianista, tengamos clara nuestra identidad para poder aportar a la comunidad de fe Madeleine toda nuestra riqueza y el carisma marianista.

    La comunidad de fe o Madeleine, por su parte, puede funcionar como elemento estructural de las 4 dimensiones de la vida cristiana: Koinonia o comunidad, Leiturgia o celebración, Diakonia o servicio y Martiria o anuncio. Pero que sea un elemento estructural aglutinante no significa que haya de crear nuevas dinámicas sustituyendo a las ramas y otras comunidades en esta tarea. En lugar de eso, cohesiona lo que estos ya realizan para crear un espacio de encuentro y comunión completo y coherente. Si Madeleine se convierte en un ente que crea iniciativas, entonces será un nuevo grupo y ahora sí, en competencia con las comunidades existentes y dejará de tener sentido.

  • Hoy por hoy, en algunos casos, la comunidad de fe o Madeleine la habrá de poner en marcha un religioso con la visión clara de lo que ha de ser, pero inmediatamente habrá de transitar hacia los laicos, de lo contrario, no será verdaderamente una comunidad Madeleine, será el club de ese religioso.

    En todos los foros estamos viendo que los laicos han de tener responsabilidad en los órganos de decisión. No son la mano de obra de la vida religiosa ni de los curas en parroquias. El amo no confía en sus siervos, confía en sus amigos, por eso Jesús ya no nos llama siervos, sino amigos, porque nos pone a su nivel. Debemos ponernos sinceramente todas las ramas al mismo nivel, con el esfuerzo que eso exige a todos.

  • De entre nuestras propias experiencias de éxito de la comunidad de fe Madeleine, podemos destacar el tema de responsabilizar a la comunidad en la preparación de la Eucaristía. En Valencia, cada domingo la misa la dinamizan aquellas personas que hayan vivido algo significativo esa semana, o recientemente. No con un calendario de turnos para cubrir una agenda en la que todos estén representados, sino como algo natural que visibiliza a los miembros de la comunidad y lo que están viviendo y les hace responsables de principio a fin de algo que viven cada domingo, no sólo cuando lo preparan.

    Durante la semana, estas personas, a petición del sacerdote, han preparado todas las partes de la Eucaristía y, en el transcurso de la misma, se sitúan en el altar junto con el cura que preside y desde ahí van participando. De esta manera el cura comparte la responsabilidad y el protagonismo con miembros de la comunidad y se centra en la homilía y la parte propia del sacerdote descargándose de todo lo demás.

    En estas eucaristías, la participación, que es masiva todos los domingos, es fundamentalmente de jóvenes, aunque hay también participación de otros miembros de la comunidad, por ejemplo en el coro que lo dinamizan fundamentalmente fraternos más mayores. De esta forma, los miembros mayores de la comunidad también se sienten responsables, no sólo de ser testimonio de vivencia de la Eucaristía, sino de garantizar que esté todo a punto.

    Este modelo choca con el clásico del cura que 5 minutos antes de empezar la misa está desesperado buscando lectores mientras la gente llega cada vez más tarde, o apura a entrar al templo para que no le pidan leer. La diferencia es clara, con este modelo hay gente que descarga al cura de ser la cara visible para todo, pero no se ha implicado en la preparación y no se siente responsable más que de recordar en qué momento de la misa ha de salir a leer un papel que le acaban de dar. La participación se vive como una carga y no como el desempeño de una responsabilidad por construir la comunidad de fe.

  • En la comunidad de fe, se debería escuchar la voz de los laicos en la predicación y en formaciones, como en tiempos de Chaminade, sin embargo, existe el riesgo de poner más atención al éxito del mensaje que al fundamento del mismo, que ha de ser siempre la Palabra de Dios.

    Observando la predicación de pastores evangélicos contemporáneos que podrían ser el ejemplo más cercano a la predicación de los laicos marianistas, podemos percibir que el mensaje es bueno e inspirado, cuando este parte de la Biblia. Así ha de ser todo lo que comuniquemos, recordando que no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Jesús resucitado.

  • En encuentros de oración donde hay laicos, religiosos y sacerdotes, es muy bueno que dicha oración la dirijan los laicos, de lo contrario, parecerá que el laico es el que actúa como último recurso cuando no hay un religioso o sacerdote disponible. Por otro lado, es de esperar que el laico emplee un lenguaje y una sensibilidad más cercana al resto de laicos que tienen una experiencia de fe más similar entre ellos que con el religioso.

    Culturalmente la celebración de la eucaristía marca mucho la distancia y el protagonismo del sacerdote. Frente a esto, una forma de reducir esa distancia y estar más entre iguales, puede ser la práctica de sentar a los jóvenes que van a dinamizar las distintas partes de la misa en el presbiterio con el cura durante toda la misa, no como monaguillos entendidos en un sentido litúrgico, sino como si estuviesen verdaderamente celebrando juntos en nombre de toda la comunidad. Esto les convierte en protagonistas de la celebración y testimonio para otros jóvenes que se identifican fácilmente con ellos.

  • En una eucaristía, cuando las cosas funcionan, la gente está a gusto y quiere volver, percibimos que hay una serie de ingredientes comunes que se repiten y que son obvios: Hay un buen coro, fiel cada domingo, con un repertorio propio de canciones que van actualizando y que va siendo conocido por la comunidad; Hay un buen cura y es que, aunque sea políticamente incorrecto, el hecho de ser cura no implica ser una persona que transmita la Buena Noticia adecuadamente, o por el lenguaje, o por el tono, o por la mentalidad, o por la lucidez, o por la capacidad de adaptarse a la comunidad que asiste a la Eucaristía; Por último, hay un buen ambiente, antes, durante y después de la celebración, es decir que hay una comunidad que se alegra de encontrarse cada domingo y echa de menos este encuentro si, por lo que sea, no se produce. 

    Debemos dar importancia a estos tres aspectos y cuidar la forma en que los llevamos a cabo poniendo los medios necesarios para cambiar todo aquello que esté impidiendo que la Eucaristía sea el lugar de encuentro de la comunidad. La culpa no es de la falta de compromiso en los fieles que no asisten. Es, más bien, de la falta de fidelidad de los que asisten asiduamente, que no ponen atención a las formas en cada uno de estos aspectos.

  • La comunidad Madeleine ha de estar perfectamente integrada en la Iglesia local y universal y buscar siempre la comunión y la colaboración. Así es en nuestro carisma desde los orígenes. Y, a modo de intuiciones prácticas, recojo algunas de las sugerencias del documento “57 Buenas prácticas en parroquias” que es un análisis que implicó dos años de investigación y contacto con más de 200 comunidades parroquiales de España. El estudio reporta experiencias de éxito que pueden iluminar o inspirar a otras parroquias. Dicho estudio se realizó en colaboración con la Fundación SM y se presentó el curso 22-23 en Valencia. Donde habla de comunidad parroquial nosotros podemos leer comunidad Madeleine para adaptarlo a los términos que estamos manejando:

    38. La pertenencia a la comunidad parroquial no ha impedido a algunos miembros ofrecer su disponibilidad para una misión, animando o liderando otros grupos en otra parroquia, zona pastoral o arciprestazgo. 

    50. La parroquia funciona en comunión y trabajo conjunto entre los diferentes carismas, movimientos y asociaciones que forman parte de la parroquia. 

    51. Los diferentes carismas, movimientos y asociaciones comparten la visión y viven insertados en los procesos pastorales, servicios y ministerios de la parroquia. 

    56. La parroquia participa y trabaja en común con otras parroquias del arciprestazgo aportando desde su visión, identidad y cultura. (ECTI. X-p43) 

    57. La parroquia participa en las actividades organizadas desde la diócesis aportando desde su visión, identidad y cultura, y buscando la comunión.

  • Encontrarse con gente con un contexto similar de edad o situación vital es imprescindible para todos, no sólo para los jóvenes, pero eso no quiere decir que haya que separarse de un cuerpo común donde nos reconozcamos todos. Así nos lo cuenta Ignacio Otaño refiriéndose a los primeros congregantes:

    “Los congregantes se sentirían más a gusto entre los de su propia categoría, Chaminade responde con el valor y la eficacia de la unidad: Todas las partes se apoyan las unas a las otras con ejemplos de edificación mutua. Intereses comunes estrechan cada vez más los vínculos de una primera unión. La congregación crece tanto porque todas las partes trabajan al mismo tiempo y, si es necesario, se ayudan mutuamente […] Existen tantas divisiones y fracciones como sean necesarias, sin separarlas del cuerpo […] además del indispensable espíritu, se necesita una organización […] Se crean las fracciones, de unas veinte personas cada una, agrupando a los de situación social afín, que tienen los mismos gustos, las mismas necesidades y el mismo campo de apostolado. Se facilitaba así la acción coordinada en el propio ambiente, permaneciendo unidos para el resto […] con la suficiente flexibilidad como para admitir excepciones sin hacerse problema. Cuando fueron siendo numerosos, los sacerdotes constituyeron también una fracción y en 1818 encontramos una fracción de seminaristas”

  • Cuando vienes de fuera, al entrar en una celebración o en una oración de una comunidad fuertemente constituida, la primera impresión puede ser de postureo, de gente que no se cree lo que dice o hace, que sólo quiere llamar la atención y que le vean o le identifiquen con un grupo determinado, pero, cuando conoces a la gente, escuchas lo que piensa y siente y ves cómo se comportan y afrontan la vida, ves que igual es el Espíritu el que está actuando. Es lo bueno de la gran comunidad, que te acerca a gente distinta, tocada de alguna manera por el Espíritu, y que te anima a abrirte a ti también a su acción, eliminando prejuicios y barreras que pones tú mismo entre Dios y tú.

    Todos nuestros encuentros de gran comunidad de fe deberían ser momentos para invocar al Espíritu y recibirlo como comunidad.

  • La comunidad Madeleine genera un espacio seguro en el que reconocer mi fe en la de los otros. Y es que es muy importante ver que no eres el único haciendo estas cosas, visibilizar la comunidad, sentirse parte de algo mayor, con más gente como tú, que no eres el friki raro que reza sino que somos muchos más. Eso ayuda a continuar en los momentos difíciles y a validar esa llamada a la que tratas de dar respuesta. No es un problema de falta de personalidad, es que todos necesitamos referentes con los que identificarnos, lugares donde sentirnos aceptados y tendencias a las que seguir para madurar y desarrollar nuestro propio criterio. Necesitamos pertenecer a una tribu.

  • Tradicionalmente se ha visto a los grupos de fe y scouts de los colegios o incluso a los laicos jóvenes, como la mano de obra barata para mover sillas y montar saraos en general que a otros les da más pereza o que con su trabajo y responsabilidades, no pueden asumir.

    Sin embargo, los jóvenes no están para mantener el colegio, si no para crecer en la fe y cuando pensamos en su participación, ha de ser en este sentido. Por supuesto tienen una disponibilidad diferente y pueden y deben ayudar mucho con la logística, pero eso ha de estar enmarcado en un sentido de pertenencia previo que les ha de permitir participar no sólo en la ejecución de los planes de otros, sino también en las decisiones de la comunidad para que no se sientan utilizados. En los lugares en los que los jóvenes están más integrados en la comunidad, vemos que son ellos mismos los que se ofrecen para ayudar en todo lo que haga falta, mientras que en otros lugares lo que se percibe es un recelo continuo hacia el colegio o las comunidades laicas como fuente inagotable de solicitud de voluntarios aludiendo a su condición de monitores de algún grupo.

  • La comunidad de fe o Madeleine, debe ser el lugar del primer anuncio constante seguido de procesos que lleven a la creación e iniciación de comunidades. Los jóvenes y mayores que se acercan a la comunidad Madeleine, reciben el testimonio de los ya iniciados. Sienten libertad y a la vez vinculación. En ese contexto, sería muy positivo aplicar los recursos suficientes para acompañar a estas personas, preservando siempre su libertad, a dar un paso más de integración y crecimiento en la fe según un plan establecido, en lugar de quedarnos cada uno con nuestra comunidad y desentendernos del resto o dejar que las cosas broten como sea y donde sea de manera espontánea.

  • Para poner en marcha y hacer crecer cualquier iniciativa, pero especialmente una comunidad de fe, es necesario hacer equipos con gente apasionada, movida por el Espíritu, y no por representantes institucionales de los grupos o áreas para cumplir cuotas. Si además de estar movidos por el Espíritu están representados todos los grupos, mejor pero en este orden, no en el otro, porque lo que han de contagiar es vida y entusiasmo, no política y estrategia.

  • Por otra parte, la acogida en la gran comunidad de fe ha de ser sin grandes exigencias. Según Chaminade “Se presentará como el medio fácil de cumplir todos los deberes del cristianismo. Estará abierta a toda petición sincera de quienes, sin la asociación, no son suficientemente fuertes para ser cristianos”. El joven, y cualquier persona, necesita un espacio acogedor en el que entrar y salir sin presión ni compromiso. Cuando se dé una vinculación mayor, podremos hablar de una mayor exigencia.

  • En la comunidad de fe tiene cabida todo el mundo y se dan distintos niveles de adhesión y no todo el mundo demanda lo mismo. Esto puede hacer que, en nuestra oferta, establezcamos un nivel único de profundidad que se ajuste al mínimo, resultando muy pobre a los que quieren algo más.

    El caso es que entre nuestros jóvenes, tenemos buscadores que demandan más y hay que darles respuesta y aprovechar su empuje como testimonio e inspiración para otros. Para eso, debemos contar con ellos y con ese espíritu que les mueve y ofrecerles más profundidad, en lugar de aprovechar sus energías para nuestros fines y darles lo mismo que a todos hasta que se harten y nos dejen.

  • La vuelta al carisma ha de ser continua, no podemos emprender nuevos proyectos sin fundamentarlos en las intuiciones de Chaminade y en ese sentido, debemos fijar la mirada en la formación de comunidades al estilo de lo que fue la Madeleine en los primeros años, analizando y, si es el caso, desandando los caminos que se han ido desviando de la idea original, sin olvidar la importancia de la tradición que vamos construyendo, así como las diferencias propias de cada época y el hecho de que los congregantes como tal se disolvieron unos años después de su nacimiento hasta su posterior refundación. Todo esto nos lleva a poner el foco en el concepto de la comunidad Madeleine como un signo de nuestro carisma que puede ser muy fecundo si se trabaja adecuadamente.

Guía de estilo Marianista